Llevo mucho tiempo queriendo afrontar infinidad de partidas a las que nunca he podido sacarle el tiempo necesario, pero la desgana me podía al verme siempre con excesivo trabajo o demasiada carga mental. Si bien lo primero ha disminuido considerablemente, lo segundo se ha elevado de manera monumental, pero no podía seguir así.
Para alguien amante de los juegos, estar tanto tiempo apartado de ellos es frustrante, supongo que es algo que se puede aplicar a todos los campos en lo que a un hobby se refiere.
Así pues cogí mi Gameboy Advance y la eché al bolso, que tenía una partida en curso desde hacía tiempo al fabuloso Tales of Phantasía, pero de ahí no se ha movido, estoy atascado y las guías no me aclaran nada. Enchufé mi Gamecube al monitor, le eché varias horas al abandonado pero bien presente Baten Kaitos, pero un jefe me aplasta porque recomiendan nivel 40 y tengo solo nivel 37. ¿Qué hago?. Pues ahí estuvo mi querido Manolito Kenji Mandril Demoniaco Demencial, prestándome su Xbox 360.
Ahora mismo tengo la consola instalada en casa de mis suegros y voy por mitad del segundo dvd del Lost Odyssey. Que gran juego, se nota la mano de Sakaguchi y la OST de Uematsu. Y por fin me he decidido a empezar el Legend of Dragoon, aunque en PSP.
Pese a retomar poco a poco mis enganches a los juegos, aun a ratos me siento raro. Supongo que será por el hecho del salto evolutivo que dará mi vida en este mismo año. Pocas cosas me llenan, pocas cosas hago con entusiasmo ¿Me estoy haciendo mayor? ¿Me está abandonando el niño que tengo dentro?
Creo que necesito unas vacaciones.
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